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Ezzard Charles Vs Lloyd Marshall 2

Ezzard Charles Vs Lloyd Marshall 2

Choque de salones de la fama

 

La grandeza de Ezzard Charles no reside únicamente en sus habilidades pugilísticas, sino en el nivel de oposición que enfrentó. No solo venció a peleadores del calibre de Archie Moore, Jersey Joe Walcott, Joe Louis o Jimmy Bivins, también fué uno de los pocos peleadores de la élite que enfrentó a los peligrosos Black Murderers Row. Ganó dos veces al sensacional y eternamente evitado Charley Burley y en esta ocasión se enfrentaba por segunda vez a Lloyd Marshall. 

 

Lloyd Marshall era un hábil púgil, temido por las grandes esferas boxísticas, lo que le condenó a pelear toda su carrera contra púgiles igualmente peligrosos por menores alicientes. En su primer enfrentamiento, ocho asaltos fueron los que necesitó Marshall para finalizar la pelea. Dominó a Charles todos los asaltos y lo derribó siete veces. Pero habían transcurrido más de tres años desde eso. La diferencia de edad era de siete años entre ambos púgiles, siendo Marshall el mayor de ellos. 

 

Nada más sonar la campana del primer asalto se enzarzaron en la corta distancia, como unos ciervos en plena colisión. Al separarse, Charles mantenía una guardia reactiva, soportándolo sobre su pierna trasera y con el brazo delantero bajo. Mantuvieron un bello intercambio y cuando Charles estaba retrocediendo, fue alcanzado por un gancho al cuerpo, el cual le hizo tocar la lona. Sin embargo, daba la sensación de que la caída fué fruto del desequilibrio. 

 

Al comienzo del siguiente asalto Charles destilaba confianza en cada movimiento que realizaba. Aplicaba rápidos contragolpes y oportunos a las iniciativas fallidas realizadas por su rival. Los ganchos izquierdos al cuerpo estaban siendo el golpe más efectivo de la noche para ambos púgiles. Al finalizar el asalto, Marshall estaba siendo dominado por su escurridizo y efectivo oponente. 

 

En el transcurso del tercero, Charles esperaba el fallo del rival con respuestas malintencionadas. Ambos mantuvieron el alto nivel de acción y exigencia que se esperaba de ellos. Ilustraban la característica armonía consistente en mantener la distancia oportuna con el rival, suficientemente grande para no ser cazado pero lo bastante corta para infligir castigo. 

 

En contraposición con la anterior, la cuarta ronda fue una hermosa batalla de jabs, de dos hombres intentando imponer su voluntad sobre la del otro. De repente, Charles conectó un recto de izquierda seguido de un directo de derecha que desestabilizó al rival. De esta forma cambió magistralmente el ritmo del asalto y puso en peligro a Marshall, el cual se dobló apoyándose contra las cuerdas, pero no llegó a tocar la lona. 

 

Durante el quinto, Marshall buscaba acotar el rango de batalla con tal de sentirse más cómodo. La confianza de éste era suprema, mantenía los brazos en posición baja mientras movía la cabeza y lanzaba poderosos golpes al cuerpo. No obstante, Charles consiguió ponerle en apuros contra las cuerdas. 

 

El sexto asalto acogió el final del combate. Charles se había hecho con la iniciativa, aunque permanecía la sensación que Marshall entrañaba peligro. Sin embargo, probablemente fruto del cansancio, se antojaba más previsible para su rival. Ambos fallaron una serie de poderosos crochet que trataban de poner fin a la contienda. Tras esa secuencia, ambos púgiles, conocedores del ritmo de pelea y suficientemente experimentados como para saber cuándo tirar un golpe, lanzaron una mano en el mismo instante. Marshall lanzó su característica mano derecha al cuerpo como era habitual. Pero Charles, como si hubiese previsto el movimiento de su rival, le lanzó un devastador gancho izquierdo que colisionó en el cuerpo del contrincante. Este golpe fue sumamente efectivo debido a que la guardia de Marshall se encontraba abierta para lanzar su mano derecha. 

 

Marshall tocó la lona y se quedó de rodillas cabizbajo después de la cuenta del árbitro. Se le veía visiblemente dolorido. Al declararse victorioso, Charles alargó sus brazos un instante con tono triunfal, se acercó a su rival y le ayudó a levantarse en un precioso gesto deportivo. Ambos son dos de los púgiles más extraordinarios que se hayan subido jamás a un ring. Lloyd Marshall fue finalmente introducido al Salón Internacional de la Fama del Boxeo en 1996.

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