Son las 7 de la mañana pero no te importa, y planeas quedarte una hora más en la cama, levantarte a las 8 y tomar tu café con normalidad, mirar las redes sociales en tu celular y prepararte para ir al gimnasio. Llegas al gimnasio y no hay mucho allí, la clase normal. Haces tu calentamiento como siempre, tu entrenamiento habitual, y te vas como siempre, como un practicante disciplinado del noble arte.
¿Pero por qué? El boxeo es sólo eso para ti, entrenas y trabajas duro, pero sientes que falta algo más, sientes que estás alcanzando el 90% pero nunca alcanzas el 100%. Eres una persona normal, viviendo una vida normal, no te preocupas por las novias y los trabajos, ya que por ahora eres menor de edad, pero sientes un vacío muy profundo todos los días.
Tu profesor te advierte que habrá un campeonato a mitad de año, está bien, tú con tu forma neutral de aceptar siempre de la forma más “ilusionada” posible, participar. Ahora no tienes esa hora extra en la cama, ahora te despiertas a las 5 am, y correrás con el estómago vacío, dormirás el resto de tu sueño cuando llegues a casa y te vayas a tomar tu café, pero no se detiene ahí.
Ahora tienes que prepararte para ir al gimnasio, así que vas, pero ahora la clase no es normal y el entrenamiento mucho menos. Y no acaba ahí, al poco tiempo tendrás que volver a entrenar, con más fuerza, y ese profundo vacío que te envolvía en tu vida habitual, sientes que poco a poco se va llenando de algo que le da sentido.
Llega el día del campeonato y esa adrenalina normal corre por tu cuerpo. Querías ver pelear a tus compañeros, pero qué lástima, tendrás que esperar hasta después de tu pelea… Se acerca tú turno, ya en el vestuario, con las vendas listas y los guantes colocados, escuchas los vítores de la multitud por la pelea que se está desarrollando, comienzas a sentir esa adrenalina latiendo en tu pecho.
- ¿Lo voy a conseguir?, ¿Soy lo suficientemente bueno?
Están llamando al Ring.
Ahora estás ahí. No sabes nada de tu oponente y tu oponente no sabe nada de ti. Claro, son dos debutantes amateurs. Suena el gong, en el primer asalto lo haces bien, pegas buenos golpes, boxeas bien, pero ese cansancio diferente, sí, ese cansancio de la pelea, te golpean, así que cuando termina el asalto te sientes extraño contigo mismo y esperas instrucciones.
Vuelve a sonar el gong, va mal ahora, estás un poco parado, no estás acostumbrado a esta presión, con este cansancio diferente, tu oponente te pega más duro y finalmente tu entrenador te motiva en esa última ronda, te presiona: “Ahora o ganas o pierdes, ¿te entrenaste duro para esto?”. Entonces ¿por qué rendirte?, sales, lo haces muy bien y ganas la pelea.
Cuando tienes los brazos levantados, sientes algo más grande que la victoria. Sientes que has encontrado algo más allá del triunfo. Has encontrado una razón para vivir, un sentido a tú vida. No quieres un trabajo normal o ir a la universidad. No, prefieres ganar dinero como deportista. Por eso digo, hay varios casos en que el boxeo es la salvación de chicos perdidos en el crimen, en la calle, pobres o ricos que quieren practicar este deporte.
Pero para esa persona normal, la que sólo se despierta por la mañana en una casa normal, desayunando como todos los días y viviendo su vida normal, el deporte le da la sensación de vivir algo más allá de lo normal. Le da a esa persona, que sería una más entre las demás, una razón para vivir, para sobresalir y para ser buena, para ser fuerte.
Entonces te pido, atleta de boxeo, mira tu vida, pregúntate y responde: ¿Qué es el boxeo para ti? incluso si crees que no tienes talento, no importa, puedes ser bueno de todos modos, siempre que te enfoques, des el 110% en cada entrenamiento, cuides tu cuerpo, tu alimentación, planifiques cada combate, mejores tus aptitudes junto a tu entrenador; y por sobre todo, dejes hasta el último aliento sobre el cuadrilátero. Solo de ti depende…
