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Antonio Margarito, entre el infierno y la gloria

Antonio Margarito, entre el infierno y la gloria

Por Javier “El Lobo”

 

Los fanáticos ocasionales y los más puristas o especializados pueden estar en desacuerdo en muchas situaciones en cuanto a estilos se refiere, pero por más que las discusiones sean acaloradas siempre habrá un rubro en el que van a congeniar, y este es el boxeo de choque, el brutal, el que por la casi nula técnica que se pueda tener es capaz de doblegar las voluntades más fuertes o los estilos más depurados con un boxeo encimoso y un asedio constante. La historia ha sido testigo de ello con grandes duelos entre estetas que perdieron o estuvieron a punto de perder con este tipo de encuentros, al estilo Teseo o el Minotauro y que al final se vieron desorbitados y tratando de recobrar el equilibrio al lejano y casi distante conteo de protección.

 

Uno de estos púgiles es el que nos ocupa el día de hoy y nos referimos al así llamado “Tornado de Tijuana”, Antonio Margarito. El mote según cuenta la historia le fue acuñado por ese vendaval de golpes con el que estaba acostumbrado a asfixiar a sus rivales sin importar lo que recibiera en tal empresa, un estilo por demás conocido en las páginas del boxeo mexicano y que a grandes gladiadores como el gran Pipino Cuevas o a muchos otros les valieran muchas noches de gloria con el así llamado “estilo mexicano” . Ir al frente con toda agresividad como en aquellas corridas en la legendaria y monumental Plaza de Toros México en donde se jugaban la vida torero y toro de lidia, pero que al final solo uno saldría vencedor. 

 

Margarito comenzó desde muy joven a boxear y con solo 15 años debutó como profesional, una edad que quizá parezca algo apresurada, pero es relativamente común en un país con gran tradición boxística pero también de marginación y carencia, el boxeo rentado promete una paga decente para cubrir el alquiler de un piso modesto y llevar una dieta apenas acorde para el deporte. Esto hizo que comenzara su carrera con altibajos ganando sus primeros cinco combates al hilo y perdiendo los siguientes tres en una especie de curva de ganadas y perdidas, sin embargo, a partir de su compromiso con el ghanés Alfred Ankamah retoma una racha importante de más de 20 combates sin conocer la derrota.

 

Allí donde aparecen nombres como el legendario Frankie Randall o el joven Sergio Martínez, a los cuales noqueó, hasta su primer compromiso con el boricua Daniel Santos, el cual fue declarado no contest, su coronación como campeón mundial ante Antonio Diaz y  su segundo compromiso ante Santos, el cual perdería. Perder con Santos en su natal Puerto Rico, fuera de sacarlo de balance le hace tomar grandes nombres y es aquí donde vienen sus compromisos más sobresalientes como sus nocauts ante el boricua Kermit Cintron, su reñida pelea ante Paul Williams o su nocaut ante el contendiente Golden Johnson, pero sin duda la noche de gloria y consagración llegaría ese lejano 28 de julio de 2008 en el MGM Grand Arena, de Las Vegas contra el invicto puertorriqueño y futura leyenda Miguel Cotto.

 

Esta pelea que la mayoría de analistas le veían perdida, lo cual aumentó más su mérito cuando la ganó después de venir perdiendo de forma unánime e incuestionada en las tarjetas con un inesperado nocaut, noche que lo convertiría en estrella y celebridad, pero que las mieles de la gloria las celebraría por poco tiempo. Y es entonces cuando el paraíso y el olimpo se convierte como una tormenta que llega de manera repentina en una cálida tarde de verano a una auténtica pesadilla. La noche del 24 de enero de 2009 se enfrentaban los dos mejores welters de aquel momento por el todo ítulo de la Asociación en su versión Super, nuestro protagonista y la leyenda Sugar Shane Mosley.

 

Esa noche a Margarito se lo vió débil y distante y a Mosley contundente e impresionante, pero como si el estado anímico del tornado solo fuera el vestigio de lo que se le avecinaba además de un nocaut que no le permitió continuar más, una sustancia ilegal le fue detectada posteriormente en sus guantes y a la que se le denomina en el argot boxístico como “yeso de parís”. La reputación del Tornado se vino completamente abajo y además del tiempo impuesto de suspensión, no se le permitió entrenar más con su entrenador Javier Capetillo. Y aunque su carrera continuó y le permitió tener encuentros grandes posteriormente, como sus duelos ante Manny Pacquiao o su revancha ante Miguel Cotto, nunca pudo recuperar ese impulso final que le permitiera ser recordado como una super estrella. 

 

Por el contrario, muchos le recuerdan como un tramposo, por más que él se haya cansado hasta el final de intentar defender su reputación y tratar que se le recuerde por su legado. El vino del boxeo es de un sabor muy complejo, tiene un sabor dulce y armonioso para quienes son capaces de escribir su nombre en las páginas de la historia, o muy amargo para los que no logran trascender, pero en el caso de Margarito se torna agridulce al poder saborear de sus notas y fragancias por poco tiempo hasta la embriaguez, pero no poder con la resaca que este le produjera después de ese trágico momento que manchó para siempre su carrera. 

 

Hoy, retirado, con hijos y una segunda esposa, desea seguir de cierta manera ligado al boxeo, pero más en el acondicionamiento físico y el deporte, al extinguirse por completo ese instinto asesino con el que cuentan los toros de lidia como él, esto más allá de su escándalo por el paso del padre tiempo, una contienda que como a muchos fue la que le hizo colgar definitivamente los guantes. Tramposo o guerrero, eso al final usted, estimado lector será el que lo juzgará. Lo que es un hecho es que de una u otra manera el nombre de Antonio Margarito logró el cometido de su portador. Pasar de una u otra manera a las páginas de la historia … Una manera muy agridulce de trascender.



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