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Demetrius Andrade, el boxeador más evitado

Demetrius Andrade, el boxeador más evitado

¿Por qué lo evitan?

 

Por Diego Castro

 

Todos los medios y comunicadores especializados reconocen que Demetrius Andrade [31(19KO)-0] es el boxeador más evitado de su generación. Durante sus casi ocho años como campeón del mundo (Súper Welter y Mediano) ha retado a todos los campeones de los otros organismos pero, sin embargo, no ha conseguido ni una sola pelea de unificación. Entre quienes no han aceptado sus desafíos se encuentran Erislandy Lara, Jermall Charlo, Billy Joe Saunders, Gennady Golovkin y el propio Canelo Álvarez. Pero el problema no se limita a las unificaciones, ya que en las 160 lbs sus tres defensas mandatorias ha debido realizarlas contra el número 2 del ranking, porque sus retadores obligatorios (Golovkin y Munguía dos veces), han declinado la oportunidad de pelear con él por su título mundial. 

 

Lo más curioso es que buena parte de la afición responsabiliza por ello al propio Andrade y termina criticando al boxeador que busca unificar para justificar a aquellos que no quieren hacerlo. Y aquí es donde aparecen los argumentos más inverosímiles: que no vende, que  boxea horrible o que no ha peleado con nadie. Todo ello puede ser aceptable para los fans casuales pero quienes llevamos años viendo boxeo sabemos que no son más que excusas. Es cierto que Andrade no es un best-seller ni encabeza las listas de PPV, pero quienes lo han evitado se han ido a pelear contra otros que vendían mucho menos que él. Saunders ha peleado contra Charles Adamu, Jermall Charlo contra Dennis Hogan, GGG contra Steve Rolls, Canelo contra Rocky Fielding y Munguía contra Gabe Rosado, sólo por dar algunos ejemplos. Como vemos, las ventas no son el motivo real, sobre todo si consideramos que Canelo, GGG, Charlo o Munguía venden por sí mismos, sin importar contra quién peleen. 

 

Luego está el tema de que es un boxeador horrible y aburrido, un argumento que se cae solo cuando recordamos que Andrade es campeón del mundo y tiene un cinturón. Cada vez que un boxeador de baja calidad tuvo de un título, sus oponentes resaltaban sus virtudes, lo derrotaban y luego se adjudicaban el crédito por haber vencido a un gran campeón. Jamás en la historia se vio que alguien no quiera pelear contra un boxeador porque era fácil. Y justo ahora, cuando abundan los oportunistas especializados en campeones fáciles, resulta que nadie quiere enfrentar a Andrade porque es “horrible”. Recordemos que a Canelo en 160 lbs sólo le faltaba el cinturón de Andrade para ser indisputado, pero en vez de enfrentarlo se marchó de la división. Si eso no es evitar a alguien, no sé qué podría serlo. 

 

Finalmente, si Andrade no ha peleado con nadie es porque nadie ha querido enfrentarlo. ¿Qué podría hacer ante esta situación? Salvo subir a sus rivales al ring a punta de pistola, no se me ocurre otra opción. Se repite que debe ganarse la oportunidad de una gran pelea enfrentando a otros rivales. Pero eso es una falacia, porque un campeón del mundo que quiere unificar no tiene nada que demostrar, ni tiene que ganarse ninguna oportunidad. Charlo fue ascendido de interino a campeón mundial en el escritorio, sin ganar ninguna oportunidad ni demostrar nada. Canelo saltó a las 175 lbs y disputó un título del mundo sin estar siquiera rankeado ni hacer nada para ganarse la oportunidad. Andrade no pide ser ascendido en el escritorio ni disputar un título para el que no está calificado, sólo quiere hacer una unificación en regla contra otro campeón, pero resulta que él sí debe ganarse la oportunidad.

 

Las razones por las que muchos han evitado a Andrade deberíamos buscarlas en su boxeo. Además de ser zurdo, tiene un estilo muy personal y poco convencional, que dificulta conseguir sparrings que se le asemejen. Por otro lado, es un boxeador muy versátil, que cambia su estrategia de una pelea a otra. Recuerdo que tras vencer a Maciej Sulecki se inundaron las redes de comentarios que decían que lo único que hacía era tirar volados. Sin embargo, en su siguiente pelea, contra Liam Williams, casi no tiró volados y el golpe rector fue el uppercut. Tanto la dificultad para conseguir sparrings como la incertidumbre respecto a su juego hacen muy difícil llevar a cabo una preparación adecuada para enfrentarlo.

 

Por otro lado, Andrade es un boxeador peligroso, sobre todo en la primera parte de la pelea. Baste recordar que 12 de sus 19 KO han sido en los dos primeros asaltos y que otros cuatro rivales han visitado la lona antes de llegar al tercer round. En este primer tramo del combate es donde se ve su mejor versión, la más brillante y explosiva, capaz de sorprender a los rivales aún fríos con su mano izquierda, ya sea en gancho, recta o volada. Pero a quienes logran superar el primer tercio del combate les espera la peor parte. Andrade comienza el “trabajo sucio” de arrastrar a sus rivales a aguas profundas y ahogarlos en su propio juego, tan deslucido como efectivo. Comienza a trabajar desde afuera aprovechando su alcance, evita los intercambios moviéndose en ángulos, agachándose y, cuando se encuentra arrinconado, traba y corta las acciones. Poco a poco va enredando a sus rivales, sacándolos de paso, de balance y de distancia. Esta incomodidad que genera hace que sus oponentes empiecen a fallar, se frustren y terminen luciendo mal a la vista de los jueces y del público. Éste es el Andrade que no gusta, pero gana. 

 

Obviamente que sea un boxeador elusivo o incómodo no significa que no se le pueda ganar. De hecho, si hubiera peleado contra todos los que lo evitaron seguramente habría ganado algunas peleas y perdido otras, porque las peleas son de estilos y eso es lo que pasa cuando los mejores se enfrentan contra los mejores. Su estilo puede gustarte o no gustarte, pero Andrade es un campeón legítimo que busca las mejores peleas y hasta ahora ninguno de sus posibles rivales ha dado el paso al frente. Si esta situación no cambia quizá nunca sepamos fehacientemente si Andrade tenía realmente el valor y las cualidades necesarias para vencer a estos grandes nombres, pero lo que sí sabremos con certeza –y no nos cansaremos de repetir- es que lo evitaron. 



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