El boxeo actual se encuentra en una situación sin parangón alguno. En la actualidad el boxeo se ha desvinculado de sus raíces, muchos boxeadores no saben encontrar un balance razonable entre su legado y el dinero en sus bolsillos, priorizando claramente lo segundo. Aunque, por supuesto, los boxeadores no son los únicos cómplices de la prostitución de este deporte.
Los consumidores son los principales agentes de esta situación. Es el consumidor inculto, que diviniza al boxeador invicto y que trata como un juguete roto al que pierde, el que catapulta a los boxeadores a evitar la mejor oposición. Esto hace que el excesivo número de instituciones converja con la escasa voluntad de muchos campeones de buscar ser indiscutidos en su división.
El consumidor inteligente busca y desea el enfrentamiento del mejor contra el mejor, pero actualmente la opinión pública está contaminada por los medios tendenciosos, la mentira de los invictos, el fanatismo desbocado y el ciego nacionalismo, entre otros factores.
Por otra parte, el arte del boxeo reside en los detalles. Un aficionado inculto boxisticamente que no sabe identificar esos detalles también supone un problema para el desempeño de los boxeadores y del propio boxeo. Esto ha creado un iceberg en torno a este deporte, donde la parte visible es la sangre y la violencia y la parte oculta es el verdadero boxeo. El consumidor promedio solo puede apreciar la punta del iceberg e ignora la verdadera esencia.
Muchos boxeadores no buscan la mejor trayectoria, sino la que les reporte la mayor bolsa. Sin embargo, este hecho no es irreversible, así como estos dos factores no son irreconciliables. Aquí reside la importancia de los consumidores del boxeo con criterio, un aumento de estos acrecentaría el balance entre el legado y la bolsa de los peleadores, pero para que esto suceda son esenciales los divulgadores honestos y por desgracia escasean hoy en día.