El 12 de julio de 1948, se disputaba en Filadelfia el título mundial de peso ligero entre Ike Williams y Beau Jack, dos de los mejores pesos ligeros de la historia del boxeo. Por aquel entonces Ike era el campeón, pero Beau Jack no era cualquier retador, venía de ganar al gran Tony Janiro tan solo dos meses antes. Era un hueso duro de roer. Esa sería la primera de las cuatro veces que compartieron cuadrilátero.
En el comienzo del primer asalto, se dedicaron a intercambiar mayormente rectos. Como si de un sastre tomando medidas se tratase, los boxeadores debían estudiar las distancias más oportunas contra su oponente. Sin embargo, la intensidad del asalto fue notoria. Con el transcurso del asalto esta se incrementó, Jack lanzaba poderosos golpes y el campeón se limitaba a contragolpear con relativa efectividad.
En el tercer asalto, Williams ya le había tomado las medidas al adversario. Cuando un golpe de poder se le aproximaba daba un paso atrás y contragolpeaba con rápidos ganchos al cuerpo o la cabeza. Jack tendía a bajar la cabeza tras lanzar un ataque y el campeón no tardó en descifrarlo. La defensa del retador se asemejaba al caparazón de una tortuga, poniendo los brazos paralelos al suelo alrededor de su cuerpo, lo que le permitía catapultar sus ganchos ferozmente. Su postura defensiva bebía de sus cualidades ofensivas, presentando cierta analogía con Muhammad Ali y Joe Frazier, Jack lanzaba sus enérgicos crochet de izquierda, como si de Frazier se tratase, intentando cazar a un escurridizo Williams.
El campeón por su parte optaba por la distancia lanzando punzantes rectos de izquierda y contragolpeando cuando el adversario se exponía. El quinto asalto fue una guerra, el ímpetu de Jack parecía no conocer límites mientras su rival contraatacó con poderosos hooks y uppercuts. Se podía intuir la fuerza que le imprimía a cada golpe por su forma en la que rotaba el torso. Logró conectar varios hooks notorios que parecieron drenar la energía de su rival, el cual pareció tambalearse durante un breve tiempo al final del asalto. A pesar de esto, logró conectar dos buenos crochet de izquierda antes de finalizar el asalto.
Al sonar la campana del sexto y último asalto, el campeón se abalanzó como un perro de presa sobre el retador, conectando un hook seguido de un directo. Williams lo encerró en las cuerdas propinándole una rafaga de golpes. En este punto el adversario se convirtió en un saco de entrenamiento descargando el campeón más de treinta golpes consecutivos.
Se detuvo por un instante para clavar la mirada en el árbitro, solicitando claramente que interfiriera. Giró la cabeza hasta tres veces en busca de este, pero al no ver intención aparente de parar el combate por parte del colegiado lanzó cuatro poderosos golpes hasta que el árbitro se interpuso. Ike Williams retuvo una vez más el título mundial. Ese mismo año fue nombrado boxeador del año por la revista The Ring y se consagró como uno de los mejores pesos ligeros de la historia del boxeo.