Por Javier “El Lobo”
El deporte de los puños es un carnaval de púgiles de todo tipo, desde aquellos que llegan a él de forma casual para utilizarlo como ejercicio, por las bondades que este posee al ser un entrenamiento completo, hasta aquellos que buscan ganarse la vida con el box o complementar su ingreso a costa de ganar unos cuantos dólares por exhibición o pelea, y otros mas que vienen de pedigree boxístico por algún familiar y este los va formando como barro entre sus manos hasta lograr con ello y a base de esfuerzo y disciplina grandes campeones, pero otros mas simplemente llegan a él como una manera de escapar de una realidad tan dolorosa que el boxeo se convierte en su catalizador, para simplemente dejar de sentir tanto dolor.
Este es el trágico caso de Johnny “Mi vida loca” Tapia. Johnny Tapia nacido en Albuquerque, EE. UU., un 13 de febrero de 1967, estuvo marcado por la tragedia desde el inicio de su vida, al ser abandonado junto a su madre, por su padre, antes de nacer, posteriormente y a la edad de ocho años fue testigo de como su madre era asesinada por medio de tortura y llego a vivir con su abuelo, un ex boxeador aficionado, para criarse y poder afrontar el traumático episodio; fue así como Tapia tuvo su primer acercamiento al boxeo.
Hizo una decente carrera amateur, hasta que en 1988 hace su debut en el terreno profesional con un empate ante un rival sin mayor cartel, posteriormente realiza una campaña medianamente decente, pero lo que llamó la atención de este grande en ciernes es la manera tan rabiosa en como se enfrentaba a sus rivales, rasgo que después seria pulido y perfeccionado y que en un documental, que narra su vida, él mismo cuenta que esto se debía principalmente a que él en cada rival pretendía ver al asesino de su madre.
Este episodio aunado a algunos otros en su vida personal lo alejaron de los cuadriláteros por una suspensión, por dar positivo por cocaína, hasta 1994 en que la suerte le sonríe y disputa el titulo vacante ante el contendiente nicaragüense Henry Martínez, quien solo había perdido una pelea en su palmares y que tras enfrentarse a Tapia debido a ese estilo bestial, no quiso saber más de un cuadrilátero.
Tapia gana la pelea por KO y con ello el reconocimiento del público, pero también poco a poco la fama le jugará en contra, al simplemente no estar preparado para ella, ya que nunca fue lo que buscó con el boxeo en primer lugar. Después de ello Tapia tuvo grandes duelos que le valieron ganar campeonatos en tres divisiones diferentes, Super mosca, Gallo y Pluma, pero con ello las drogas que consumía para a medias acallar los viejos fantasmas de su pasado, fantasmas que nunca pudo superar, y la fama que sencillamente nunca quiso, fueron dándole muchos problemas fuera de los encordados.
Desde suspensiones hasta problemas con la ley, su consumo de cocaína era sencillamente cada vez mas difícil de enfrentar y muestra de ello fue el incidente que sufrió en el 2007, en donde su primo y su cuñado murieran en un accidente de transito cuando iban a visitarle al hospital, este episodio lo marco para el resto de su vida y tuvo varios intentos de suicidio por ello, en donde cada triunfo y logro que llegaban, para él parecían rasgar aún más su dolorosa y tortuosa existencia.
A pesar de las autenticas guerras que peleo en el cuadrilátero con rivales de la talla de Marco Antonio Barrera o Paulie Ayala, fue derrotado un 27 de mayo de forma definitiva, cuando fue encontrado muerto en su domicilio de Albuquerque. Tenía solo 45 años. Autentico perro de pelea de nuevo México, instinto asesino como pocos, lo cual lo llevo al tricampeonato mundial en tiempos de leyendas, guerrero hasta el final, así fue Johnny “Mi vida loca” Tapia…