Uno de los ídolos del boxeo argentino
Jorge Fernando Castro nació el 18 de agosto de 1967, en Santa Cruz, en el extremo sur de Argentina. Desde niño trabajó como vendedor de periódicos, lustrabotas y cosechero. Su carácter temperamental y sus constantes peleas callejeras le valieron el apodo de “Busca-Roña” (que significa “pendenciero”), que con el tiempo derivó en el diminutivo de “Roña”, que lo acompañaría durante toda su vida. Una noche después de verlo pelear en la calle, Perico Duarte lo invitó al gimnasio y se convirtió en su primer entrenador.
Con sólo dos días de entrenamiento hizo su primera pelea como aficionado, a escondidas de su madre, con un permiso firmado por una vecina. Su carrera amateur fue vertiginosa: en cinco años realizó 128 peleas, de las cuales sólo perdió una. Años después recordaría: “Me presentaba como Jorge Castro, Eduardo Castro, Marcelo Castro, Javier Castro, con los documentos de mis hermanos, porque peleaba viernes, sábado y domingo, para ganarme una moneda”. En esa época, por su estilo avasallante, un periodista lo llamó “Locomotora”, pero él siempre prefirió ser el “Roña”, como lo había bautizado la calle.
Debutó como profesional el 14 de febrero de 1987, con una victoria por KO frente al chileno Patricio Caracci. Acumuló una racha invicta de 37 peleas y su primera derrota llegó el 10 de junio de 1989 frente a Lorenzo García. Compensa su poca dedicación a los entrenamientos con un notable talento natural y un ritmo de actividad frenético. Al mejor estilo de la vieja escuela, realizó 72 combates en cinco años (19 de ellos en 1988). Su saldo de este período fue de [67(45KO)-3-2]. En 1989 cumplió su sueño de reabrir el mítico estadio Luna Park (que llevaba ocho años sin presentar boxeo) en una histórica pelea frente al “Puma” Miguel Arroyo, ese combate significó su despegue internacional.
En estos años realizó peleas en Mónaco, España, Italia, Francia y Estados Unidos, donde se radicó un tiempo y trabajó como sparring en diversos gimnasios de Filadelfia. Ganando y perdiendo, Castro siempre se caracterizó por buscar las mejores peleas, sin evitar a ningún rival. En 1991 disputó el título Súper Welter frente al bicampeón Terry Norris [29(16)-3-0], perdiendo por UD. Al año siguiente viajó a Pensacola para enfrentar en su casa a la Promesa local, el joven Roy Jones Jr. [17(17KO)-0]. Perdió por una amplia UD, pero tuvo el honor de ser el primer boxeador en hacerle escuchar las tarjetas a “Súper Roy”, quien declaró que Castro había sido su rival más duro y que hasta el momento nunca le habían pegado tanto.
Finalmente, el 12 de agosto de 1994, aquel joven pendenciero, que había aprendido a pelear en las calles de la Patagonia, se consagró campeón mundial Mediano WBA, al vencer por SD al estadounidense Reggie Johnson. Según bromeó un periodista argentino, “todo su entrenamiento consistió en pasar dos o tres veces por la puerta del gimnasio”. A pesar de haber llegado a la cima, Castro nunca se olvidó de su gente y hasta se dio el gusto de realizar la primera defensa en su Caleta Olivia natal. Fue frente al estadounidense Alex Ramos, a quien venció por KO en dos vueltas. La televisión denominó a esa pelea “el Combate del Fin del Mundo”, ya que nunca se había disputado un título en latitudes tan australes.
Pero la hazaña que lo hizo pasar a la historia, sin dudas, fue su segunda defensa, en Monterrey, México, frente al invicto John David Jackson [33(16KO)-0]. Tras recibir una paliza de antología durante ocho asaltos, el referí le avisó que detendría la pelea, pero el rincón le pidió una ronda más, la rinda del campeón. Entonces Castro, cortado en ambas cejas, con la boca rota y los dos ojos casi cerrados, sacó de la galera una jugada que ya había realizado en varias peleas locales: al recibir un recto de izquierda, haciéndose el sentido, retrocedió y se dejó caer sobre las cuerdas. Cuando Jackson lo fue a buscar para rematarlo, contragolpeó con un fulminante gancho de izquierda a la mandíbula del que el americano no consiguió recuperarse. El combate fue elegido como pelea del año por “The Ring Magazine” y ese cierre, también escogido como KO del año, le valió en varios medios internacionales el apodo de “El Rocky argentino”.
Luego de realizar otras dos defensas exitosas, perdió su título por decisión, en Tokio, frente al invicto Shinji Takehara [23(22KO)-0-0]. Cuando un medio argentino le preguntó qué había pasado, respondió con su habitual sentido del humor: “La única vez que entrené bien y me preparé como corresponde, perdí”. Poco después subió a Súper Mediano, donde se dio el lujo de enfrentarse en dos oportunidades al legendario Roberto Durán. De allí saltó a peso Crucero y llegó a disputar dos peleas titulares: frente al cubano Juan Carlos Gómez [31(26KO)-0] y el kazajo Vassiliy Jirov [30(26KO)-0]. Ambas fueron derrotas.
Castro se retiró en 2007, con un récord que nos recuerda a mejores épocas del boxeo: [130(90KO)-11-3]. Sus 90 victorias por la vía rápida lo convierten en el mayor noqueador del boxeo argentino y sudamericano, superando incluso a Julio César Chávez, está ubicado en el número 15 de la historia. Cabe destacar que los 14 que lo preceden con mayor cantidad de KO’s, son figuras históricas de la “Golden Era”, que pelearon antes de 1960, de los cuales el único latino es el mexicano Kid Azteca.
Actualmente Castro lleva a cabo una destacable labor solidaria. Durante la pandemia de COVID-19, realizó un operativo para brindar asistencia a las personas más necesitadas, que todas las semanas se acercaban hasta su gimnasio de Buenos Aires, para recibir indumentaria y bolsones de alimentos. Cuando se le preguntó la razón, respondió: “Porque yo no me olvido de dónde vengo. Yo sé lo que es pasar hambre y lo que cuesta dormir cuando te duele el estómago. Es muy duro y por suerte yo tengo la posibilidad de llegar con algo”. También participa de un proyecto para asistir a personas con discapacidades y da clínicas de boxeo en las cárceles para fomentar la rehabilitación a través del deporte. “Hay mucha droga –dice- y la idea es ayudar a los pibes a salir de tanta porquería. Por eso quiero trabajar con la juventud y mostrarle que se puede salir y llevar una vida sana, que se puede encontrar una mejor manera de vivir”.