No se puede dar la espalda a la realidad, este es un deporte de doble filo. Cosechas gloría para hoy pero incertidumbre para mañana si no andas con cuidado. Para ser honesto, todos los deportes llevados al límite entrañan ciertos riesgos, no obstante en el boxeo son especialmente notorios y evidentes.
Los aficionados más viscerales alientan a los peleadores para que se “fajen” y estos sienten la natural presión de cumplir con las expectativas. Sin embargo, una vez retirados hallarán la más fría indiferencia del público, pero todo el daño absorbido durante su carrera no se disolverá con tanta facilidad como el afecto de la afición.
Es necesario destacar la importancia del desempeño del boxeo inteligente por parte de los boxeadores, tanto en los entrenamientos como en los combates. Tomarse el deporte como lo que es, ajedrez y no damas. A muchos aficionados les aburre el uso del jab, la alta movilidad por el ring de los boxeadores y muchos otros aspectos básicos del boxeo. A pesar de ello, este deporte consiste en tocar y no ser tocado, un verdadero profesional debe ceñirse a esta máxima. Si deja que la ignorancia del público cale en su desempeño, puede perder mucho más que tan solo el combate.
Otro factor a evitar es la retirada tardía, resultando complicado por la embriaguez de gloria, fama y dinero en los que se suelen rodear los profesionales. Saber identificar a las sanguijuelas, crear un equipo de trabajo que se preocupe realmente por tu estado de salud y tener un mínimo de sentido común son básicos para prevenir esto.
Hay ciertos momentos en la carrera de los boxeadores, en los que el combate parece sobreponerse a la salud del boxeador. Es en esos momentos cuando todos deberían tener a su lado a un Eddie Futch, a alguien dispuesto a ganarse el odio eterno de un púgil al borde del abismo con la certeza que hace lo correcto para el bienestar de su pupilo
