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Lo bueno, lo malo y lo inconsistente del boxeo

Lo bueno, lo malo y lo inconsistente del boxeo

Lo bueno, lo malo y lo inconsistente del boxeo



Emanuel Steward decía: “Sólo un pequeño porcentaje de los contendientes de hoy, habrían superado a los mejores boxeadores de cuatro y seis asaltos en los años ‘30s, ‘40s y ‘50s, la mayoría habrían sido aplastados por la competencia”. Durante la primera mitad del siglo XX, era muy inusual que un boxeador profesional compitiera por un título sin adquirir primero lo que los entrenadores de la vieja escuela llamaban “sazón”. El condimento es una combinación de experiencia, confianza y oficio; esto permitía que un boxeador funcionará bajo presión, pudiese lidiar con lo inesperado y cuando fuera necesario ajustar la estrategia durante el curso de la pelea, dependiendo de la calidad y estilo de la competencia. Se creía que más allá de la habilidad innata del peleador, tomaba al menos cuatro años y 40 a 60 peleas profesionales, lograr esa sazón.

 

El resultado de esto fue un nivel de aumento constante del rendimiento, de acuerdo a los antecedentes y la experiencia de un peleador. El vertiginoso “Tío vivo” actual de peleadores que ganan, luego pierden y luego recuperan un título tras otro, se debe principalmente a una falta generalizada de experiencia en los púgiles de hoy día. Tomemos ejemplos notables de esta tendencia. En 2003, el invicto Bernard Forrest venció decisivamente al muy promocionado Shane Mosley por el campeonato de peso welter, luego repitió la victoria seis meses después. Al defender su título por segunda vez, Forrest era el gran favorito para derrotar a un tosco peleador llamado Ricardo Mayorga, pero Mayorga tenía otros planes, alteró las probabilidades y conmocionó al mundo del boxeo al noquear a Forrest en la tercera ronda. 

 

Luego en seis meses ya un cauteloso pero decidido Vernon Forrest intentó recuperar su título. Mayorga hizo su pelea habitual, presionando siempre hacia adelante, lanzando golpes desde todos los ángulos, también pudo recibir los mejores golpes de Forrest sin inmutarse; después de 12 asaltos bien reñidos, la decisión de los jueces se inclinó hacia el nicaraguense Mayorga. El vencedor de Shane Mosley había perdido dos veces, ante un contendiente duro pero ordinario, en resumen, no pudo adaptar su estilo a un peleador de presión, incómodo y con una buena quijada. Forrest, una talentosa estrella amateur, había promediado sólo tres peleas por año. En los 11 años que había estado peleando como profesional, de las 26 víctimas por KO que figuran en su historial, 19 no pasaron de la tercera ronda.

 

Además de no obtener suficiente experiencia, constantemente se enfrentaba a una oposición inferior. Forrest había sido destetado de boxeadores de tercera categoría, que huían de él o se desplomaban cuando su cara entraba en contacto con su guante. Con la falta de experiencia, de fortaleza mental y confianza de un profesional experimentado, Forrest se sintió desconcertado por la capacidad de Mayorga para absorber sus mejores golpes y responder con los suyos propios, Mayorga no se comportaba como la mayoría de los fiambres que había aplastado. Esta era una experiencia totalmente nueva y no estaba preparado para enfrentarla. Antes de ganar el título de la 147 lbs, Forrest había peleado solo dos o tres peleas moderadamente competitivas, una con un buen peleador (Mosley), cuyo estilo estaba hecho a su medida. Forrest nunca llegó a demostrar todo su  potencial como peleador a lo largo de su carrera profesional, y es una pena ya que era un muy talentoso atleta.

 

Los observadores vieron atisbos de lo que pudo haber sido. Poseía un buen Jab de izquierda y un excelente equilibrio, lanzaba combinaciones precisas de tres y cuatro golpes desde una postura tradicional, pero lo que le faltaba y nunca adquirió fue el condimento más importante. Sin este ingrediente clave, Forrest había mejorado poco, del peleador amateur de clase mundial que era cuando se convirtió en profesional por primera vez 11 años antes. Ricardo Mayorga duró poco en el Tiovivo del título. Fue expulsado en su segunda defensa. Mayorga perdió por decisión unánime en 12 asaltos ante Corey Spinks, un aficionado del golpe y fuga, cuya principal virtud era la velocidad y poco más. Corey, hijo del ex campeón de peso pesado Leon Spinks, usó un Jab básico y una estrategia de mucho movimiento para revolotear alrededor del cuadrilátero, mientras evitaba las torpes embestidas de su oponente.

 

Esta estrategia simple pero efectiva fue lo que Forrest debía haber empleado contra Mayorga si hubiese sido capaz de hacerlo. El periódico “New York Times” informó que Spinks había utilizado movimientos ingeniosos y habilidades refinadas, para ganar una decisión sobre Mayorga, Corey pudo haber sido hábil, pero sus movimientos estaban lejos de ser refinados. El reinado de Corey Spinks como campeón de peso welter duró poco. Enseguida fue barrido por el talentoso pero sobrevalorado Zab Judah, en su primera defensa, esa pelea fue muy cerrada lo cual ameritó una revancha. La próxima vez Judah aumentó la presión y venció a Spinks en la ronda nueve, el dominio del nuevo campeón sobre la corona duró solo hasta su primera defensa. Perdió por UD en 12 asaltos ante un desconocido, que estaba 5 a 1 abajo en las apuestas, llamado Carlos Baldomir, lento de pies, sin poder en los puños, pero persistente, agresivo y difícil de lastimar.

 

Estas condiciones fueron suficientes para desanimar a Judah, quien se desmoralizaba con facilidad. El argentino Baldomir a los 35 años ganó el título mundial, fue considerado tan a la ligera, que en las casas de apuestas estaba 8-5 abajo, para perder el título en su primera defensa contra el quemado Arturo Gatti. Gatti era uno de los llamados “sacos de boxeo favoritos” de HBO, ya que había estado en el pozo demasiadas veces. Su gran corazón no pudo sacar adelante al duro Baldomir, quien detuvo al viejo gladiador en la ronda ocho. Los 15 minutos de fama de Baldomir, terminaron cuando enfrentó a Floyd Mayweather, quien como se esperaba ganó una fácil decisión en 12 asaltos. Sin embargo Baldomir es digno de elogios, siguió  peleando, se negaba a permitir que sus evidentes deficiencias técnicas se interpusieran en el camino de su obstinada determinación. 

 

Mayweather recuerda a un Roy Jones Jr. sin el poder de los golpes, al igual que Roy, su ataque y defensa dependen casi por completo de la velocidad y el instinto, en una victoria de seguimiento contra su menor reflejo, Zab Judah, Mayweather no fue demasiado impresionante. La prueba más dura para Floyd vendría en su altamente promocionado choque por el título de las 154 lbs con Oscar de la Hoya, en mayo de 2007. Mientras tanto en la división de peso semipesado, Antonio Tarver y Glen Johnson, los dos boxeadores que conmocionaron al mundo del boxeo al noquear a Roy Jones Jr, se enfrentaban por el título. 

 

Sus dos peleas inducían al sueño, agregaron más pruebas al argumento de que Jones estaba acabado cuando los enfrentó; más probablemente demasiado sobrevalorado si podía perder ante estas dos mediocridades. Tarver derrotó a Johnson en su revancha, recuperó el título pero en su siguiente pelea perdió 11 de 12 asaltos y el título ante el ex campeón de peso mediano Bernard Hopkins, de 41 años. Aparte del juego de niños que fue para Hopkins derrotar a Tarver, la sorpresa de Tío vivo más sorprendente de 2006 involucró la fácil derrota del campeón de peso supermediano, el caliente Jeff Lacy, a manos de Joe Calzaghe, en una rara pelea de unificación de títulos ya que Lacy, una estrella aficionada, había ganado una versión del título de peso supermediano en su duodécima pelea profesional. 

 

Lacy entró al cuadrilátero como un ligero favorito, a pesar de que Calzaghe tenía casi el doble de peleas, pero el excesivamente musculoso púgil era rígido, lento y despistado (al igual que su esquina) en saber cómo lidiar con la ofensiva y la velocidad de su astuto oponente. Ronda tras ronda, Lacy siguió caminando como una momia hacia los golpes de brazo torpes pero rápidos de Calzaghe, lanzados desde una posición de zurdo, fue una actuación vergonzosamente pobre por parte de un peleador que no tenía herramientas para hacer frente a un oponente ordinario pero mucho más experimentado.



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