Juan Martin Coggi Vs Éder González, cuando la localía se transforma en mafia
Por Javier “El Lobo”
En todos los deportes siempre hay factores externos que generan lo que muchos llaman “Teorías Conspiromaníacas”, y es que en una industria como la deportiva que genera tanto flujo de capital entre promociones, patrocinios, alimentos y bebidas o incluso apuestas (entre otras actividades que son beneficiadas, ya sea de manera directa o indirecta), siempre existirá el interés de grupos poderosos, por la especulación económica. No es un secreto por ejemplo que series mundiales de baseball, campeonatos de fútbol y diferentes certámenes deportivos fueron amañados a lo largo de la historia ya sea para el beneficio en apuestas o bien para incrementar la riqueza de promotores e incluso grupos delictivos.
El boxeo no es la excepción y se ha visto empañado en innumerables ocasiones por tales escándalos. En artículos anteriores, nuestra compañera e historiadora, Satu Nore, nos ha hablado por ejemplo de la influencia del mundo del hampa en diferentes compromisos boxísticos, de los más recordados por ejemplo, es aquella ocasión en que el legendario Jake LaMotta fue sobornado para contender por el titulo mundial, al dejarse noquear por Billy Fox. LaMotta años después admitiría este hecho en un juicio contra el crimen organizado y lo relataría con lujo de detalle.
El pensar pues que no existen intereses de por medio en el mundo deportivo, que dicho sea de paso es una de las industrias más rentables del mundo, a la par de otras poderosas como la de espectáculos o de comunicaciones, cae incluso en la ingenuidad. Por ello una vez que tenemos un poco de contexto acerca de este tema tan turbulento y los motivos que mueven a amañar los encuentros, nos dedicaremos a abordar un tema tan extenso en una serie de entregas con respecto a los robos más grandes del boxeo.
Eder González Vs Juan Martin “Latigo” Coggi
La prensa sudamericana especializada ha hablado del resultado de esta pelea como “el pecado mas grande del boxeo argentino”, pero incluso más allá del resultado, el actuar del referí esa noche y todos los elementos que envolvieron la polémica durante la pelea fueron lo que sencillamente hicieron pasar ese encuentro a la historia y de manera muy negativa. La noche del 17 de diciembre de 1993, se enfrentaban, Juan Coggi, el llamado “Látigo”, que a su vez era una celebridad deportiva por aquel entonces de su país, y el retador colombiano Eder González, por el título mundial en poder del argentino.
González, un boxeador rústico, improvisado y con el estilo ideal para enfrentar al campeón y permitirle hacer una defensa sin mayores complicaciones, en una pelea apenas de trámite. Todo paso muy rápido, apenas comenzaba el encuentro y había un Coggi sobrado y confiado por una actuación soberbia en la primera ronda, para el segundo el campeón saldría a finiquitar las acciones y parecía que así seria, ya que en un intercambio saco la mejor parte al poner al boxeador cafetalero en malas condiciones , un segundo intercambio parecía darle la victoria de manera contundente al campeón, cuando una sólida mano derecha salida quien sabe de donde puso al argentino boca arriba de manera brutal y con la mirada perdida.
Fue impresionante la forma en como Coggi fue desconectado de la realidad y cayó de fea manera. Un resultado inesperado y doloroso pero posible, un Coggi que quizá debió replantearse como afrontar la manera en cómo perdió esa pelea y continuar con su carrera, pero no, las cosas no terminarían ahí y Coggi por increíble que parezca, no perdería esa noche, y no por su corazón o gallardía. Increíblemente el referí da el conteo de protección y el peleador local tarda más de 18 segundos en reponerse, en un conteo sumamente lento y que pareciera hasta premeditado. Además de la localía, que obviamente influtó de manera determinante, estaba el condimento que de ganar ese encuentro el local tenía asegurada una pelea nada más y nada menos que ante la leyenda del boxeo mexicano y super estrella del momento, Julio César Chávez, por un contrato de mas de un millón de dólares.
Como si el equipo de Coggi viese esfumarse dicha suma con cada conteo del arbitro y en donde su pupilo no reaccionaba, se escucharon toda clase de frases desesperadas con tal de dar cualquier ventaja por pequeña que esta fuera al local. La pelea, con un Coggi fuera de sí, continuó. El colombiano, en vez de detenerse y reclamar por el claro robo, fiel a su estilo y siendo muy noble, siguió golpeando a Coggi, que no hacía ni intento de contraatacar. Faltaban 45 segundos y a Coggi lo estaban matando en su propia casa. Fue ahí cuando el referí intervino y sin explicación separó a los peleadores.
La carnicería no paraba y el árbitro no se cansaba de separar a los contendientes sin haber una razón clara. Agarraba a González y lo llevaba hasta el centro del ring. ¡Distancia exagerada! Coggi se caía solo, incluso su manejador Luis Spada, tuvo que meter la mano al ring y sostenerlo de la pantaloneta para que no se cayera. No contento con eso, Spada se quedó en la esquina de Coggi, ayudándolo a detener los golpes del colombiano. ¡Sí! Así como lo leen, a Coggi le salieron cuatro manos. Con una pelea que se alargaba, algunos rounds duraban hasta 45 segundos menos de lo que deberían durar en una pelea de campeonato del mundo en juego.
Hasta que el campeón se recuperó y fue capaz de conectar una mano que mostró el primer resquicio de flaqueza por parte del peleador colombiano, fue ahí cuando se acabó la reyerta. La revancha se dió el 18 de marzo de 1994, tres meses después. Los promotores de ambos bandos, acordaron que esta se celebrará en Argentina, pero la WBA no lo permitió y llevó el combate a Las Vegas, donde Coggi esta vez noqueó a González en tres asaltos “Me dañaron la vida”, se queja González. “Yo le hubiera pegado al entrenador y al árbitro, no a Coggi”. Y es que no solo le quitaron un título mundial, sino la bolsa de un millón de dólares con Julio César Chávez, quien ante la polémica canceló el contrato con Coggi.
En ocasiones se escucha decir a los promotores una novela que al parecer consideran que los hará expiar sus culpas y limpiar sus conciencias, y esta es aquella que versa “Es más fácil destruir que construir”, sin embargo si ocupamos esa lógica pero de manera inversa, resulta brutal la manera en como estos construyen castillos de naipes con productos que venden a manera de ídolos (muchas veces boxeadores indudablemente buenos, en donde ellos invierten su dinero pero tratan de proteger su inversión a toda costa) pero dañando la carrera y legado de otros boxeadores como si estas sencillamente no importaran.